Siempre Hay Un Motivo

Visto que llamó vuestra atención lo de “las bragas de ir al médico” he decidido contaros el cómo surgió.

Situémonos en un 11 de octubre (para los que no se den cuenta, es víspera del Pilar... uséase, Zárágózá está en plenas fiestas) de hace unos 3 o 4 años (tampoco creo que sea muy importante este detalle ¿no? Pero, vamos, que si a alguien le interesa mucho mucho mucho, pero mucho, lo miraré). Ya teníamos hechos los planes para pasar un día festivo en la ciudad vecina (¿he dicho que estaban en plenas fiestas?)

Me levanté bien tempranito, por aquello de inaugurar mi primer día como parada con una fiesta de limpieza doméstica.

De repente me encuentro mal y caigo al suelo, un pequeño golpe sin importancia pero ante el que decido tirarme en el sofá, paque se me pase. En el trayecto... POOOOOOOOOOFFF.

El sonido del teléfono me despierta pero decido que no pienso abrir los ojos ni levantarme del suelo (será que debía estar muy cómoda) El teléfono sigue sonando hasta conseguir despertar al resto de la gente, que se encontraba en casa, y me descubren allí, durmiendo tan ricamente. Como curiosidad os diré que estaba en tres sitios a la vez: mi cabeza se hallaba en un baño, el cuerpo reposaba en el pasillo y mis pies casi casi casi consiguieron llegar al sofá de la habitación.

Hubo un intento de levantarme ante el que yo dije, “muy dulcemente”, un “NI SE TE OCURRA TOCARME” (debió de ser un tono bastante convincente ya que no insistieron más)

De pronto se empezó a llenar la casa de gente... gente de uniforme que me grito. No me dejaban moverme, me pusieron collarín y no me dejaron sentarme, yo solita, en la silla (yo creo que fue porque querían saber lo que pesaba)

Tuve un viaje GRATIS en la UCI móvil, lástima que no estaba yo por la labor de aprovechar para fijarme en todos los detalles y preguntar.

Llegada a Urgencias, servicio que siempre esta hasta la bandera salvo ese día, que era yo la única cliente (siempre me ha sorprendido que la gente sea tan considerada con el personal médico y no acudan a él ni en los puentes ni cuando hay partido de fútbol en la TV)

Así que allí estaba, yo, en el box, en posición decúbito supino, con la cabeza abierta (pensando en el gran dolor de cabeza que iba a tener) y con todo el personal de urgencias a mí alrededor (pobres, lo que se debían estar aburriendo ese día... vamos, que juraría que hasta el celador estaba alli). Unos me desnudaban (veis, siempre acabo en bolas), otros hacían un pequeño arreglillo en mi pelo (jo, con lo largo y chulo que lo llevaba y el trasquilón que me hicieron), otros me explicaban el porque no me iban a poner anestesia para suturarme (si, son así de bestias... cosen sin anestesiar) y otro se encargaba de hacerme el zurcido (mientras yo le pedía que si se podía arreglar con 5 puntos mejor que con 6... y que si eran 3 mejor que mejor)

Una pasadita por Rx pa comprobar que todo estuviera en su sitio y... alealeale, que ya me podía ir a casa.

Al irme a sentar, con la intención de huir de allí lo más rápido posible (pa tomarme un café, que ya me tocaba)... Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah... y me volví a tirar a la camilla (sin ni siquiera pensar que me habían zurcido la cabeza y que me iba a hacer pupita)

El box se volvió a llenar de gente:

“¿Qué te pasa? ¿qué te pasa?”

"Que me duele muchísimo la rabadilla (sabéis donde esta ¿verdad?... allí donde la espalda pierde su nombre) al sentarme."

Insensata de mí, porque se me ocurriría decir na. Sin pedir mi opinión, sin preguntarme, sin darme tiempo a reaccionar... me vi bocabajo (decúbito prono), con el culo en pompa (con su correspondiente tanga bonito, que lo adornaba) y sobándome la zona todo el equipo médico (vamos, espero que todos tuvieran el título)... creo que de verme en esa situación tan “particular” se me quitaron, momentáneamente, todos los dolores de golpe.

Ese mismo día es cuando decidí que tendría mis “bragas de ir al médico” y que, aunque estuviera echando el higadillo por la boca, me las pondría para acudir a cualquier consulta médica.