Sólo Una Vez Más
Respiró hondo, se encendió un cigarrillo, tenía unos minutos para poder eliminar ese cartel luminoso que llevaba colgado al cuello que decía “SOY CULPABLE”
Entonces vio la nota:
“Cariño
Me he ido con los niños a pasar la tarde al pueblo.
Mañana volvemos”
Por primera vez, en todos estos años, agradecía que la hubieran excluido de los planes familiares y, así, poder quedarse en soledad.
Se descalzó, puso música, encendió unas velas, se preparó un baño caliente, se sirvió una copa de vino y se sumergió en el agua.

Un millón de preguntas pasaron por su cabeza: ¿Cómo había sido capaz de hacerlo? ¿Por qué no huyó? ¿Qué debía haber hecho para evitarlo? ¿y si alguien la había visto? y si alguien le preguntaba ¿qué diría?... Se prometió que no volvería a pasar, que no volvería a tropezar en la misma piedra.
Alguna vez habían hablado del tema y sabía que si él se enteraba no la perdonaría.
Conforme iba analizando aquella tarde, se fue dando cuenta que hacía años que no se sentía tan viva. Ya se le había olvidado lo que era sentirse deseada por un hombre.
Empezó a ser consciente de la monotonía que se había instalado en su matrimonio. Sus vidas se limitaban a trabajar, hacer las labores domésticas, cuidar de los niños, 15 días de vacaciones todos los veranos, hacer el amor los sábados por la noche y a parte de eso… nada, no había nada más.
Habían desaparecido esas tarde de invierno en las que veían una película acurrucados bajo la manta; habían desaparecido esas mañanas en las que hacían el amor antes de ir a trabajar; habían desaparecido esas caricias robadas bajo la mesa del restaurante; habían desaparecido esos abrazos cariñosos de “porque me apetece hacerlo”; habían desaparecido… habían desaparecido todos esos juegos que mantienen encendida la pasión.
Nunca había pensado en tener una aventura pero había surgido, sin que hubiera podido hacer nada por evitarlo.
Cerró los ojos y recordó su olor. Las imágenes de aquella tarde (inolvidable) comenzaron a pasar por su cabeza.
Llevaban años sin saber el uno del otro y al encontrarse, de forma casual, decidieron ir a tomar unas cañas para ponerse al día. El tiempo pasó volando. Al despedirse, sin saber como, sus bocas se juntaron y… y ya no hubo manera de parar.
Se besaron, se acariciaron, se lamieron, se dieron placer durante horas. Sólo de recordarlo su cuerpo se estremecía.
“¿Debía haber hecho algo para evitarlo?” Cada vez estaba más convencida de que NO
Cuando se despidieron él le dio un beso y le preguntó “¿Nos volveremos a ver?”. Ella se había ido sin responderle, no quería tener que decirle “No, no nos volveremos a ver” y eso es lo que pensaba hacer pero… ¿y si quedaban, sólo una vez más, para despedirse?...
Comentarios
Un besico niña
Enrique, asi que estas rodeado de rajitas... pues ya sabes lo que dicen "si no puedes con el enemigo unete a él"