Ana
En esta ocasión Florencio ha recogido el guante y... guuuuuuuuuau... tenéis que leerlo hasta el final si o si
Cuando llegó a casa lo primero que hizo fue desnudarse, dejó la ropa desperdigada por el salón, al modo desastrado que solo las personas solteras se pueden permitir, el mayor placer fue sentir los pies libres después de una jornada laboral de más de 10 horas. Había sido un día duro, estaba agotada, no le apetecía nada, ni siquiera cenar. Sin embargo en un milisegundo, con la clásica clarividencia de las resoluciones instantáneas, decidió qué iba a hacer, fue al baño, empezó a llenar la bañera y fue a la cocina a por el helado que guardaba para las ocasiones especiales. Tres chocolates, negro, con leche y trocitos crujientes con un toque a naranja, se sirvió un generoso bol mientras escuchaba cómo el agua iba llenando la bañera, se quitó la ropa interior y la metió en la cesta de la ropa. Con movimientos de felino cansado se fue hacia el baño, el agua apenas había subido cuatro dedos, echó las sales de baño, olor musgo blanco, y aunque el agua apenas cubriera le dio igual, no quería estar de pie ni un minuto más.
Se sentó y apoyó la espalda, era una bañera grande, podía estirar los pies y no llegaba al grifo, las sales todavía no se habían deshecho del todo y las sintió contra su piel al sentarse, pero no le importó, había llegado el momento del día en el que no quería preocuparse por nada. Había dejado el helado en una bandeja, era lo suficientemente larga como para poder cruzarla encima de la bañera y que quedara a la altura de su pecho, comenzó a comer el helado, con los ojos cerrados, disfrutando del momento, mientras sentía cómo el agua iba subiendo poco a poco.
El cretino de su jefe le había dado el día, en un tiempo habían sido amigos, de hecho consiguió el trabajo porque él era amigo del que entonces era su marido. Cuando Ana se divorció su jefe inició la clásica estrategia del amigo consolador, tuvieron sexo ocasional, pero a ella no le terminó de convencer y dejó la relación pensando que no afectaría ni a su relación ni al trabajo. Craso error, desde hacía 7 meses Ana estaba buscando otro trabajo sin conseguirlo, mientras tanto trabajaba como una mula para que elidiotadepichacortadeVicente no hiciera más que echarle broncas delante de todo el mundo para luego en privado pedirle con ojos de cordero degollado que volvieran.
Mientras estaba pensando en eso descubrió que se había acabado el helado y que el agua estaba a punto de desbordar. Cerró el grifo, dejó la bandeja en el suelo y sumergió la cabeza. Al salir se dio cuenta de que tenía las manos las ingles, de forma natural, como si fuera un bebé, empezó a acariciarse, le apetecía disfrutarse. Sin embargo a pesar de jugar como solía hacerlo, conociéndose a la perfección como se conocía, parecía que no reaccionaba, paró un momento y se puso a bucear en su memoria momentos placenteros.

Ya estaba algo más animada, recordó rápidamente a su primer novio, un chavalín con el que se desvirgó más por curiosidad que por amor o necesidad, no era muy bueno en esos menesteres y después de un verano lo dejaron, su ex marido no merecía la pena ser recordado, pero Julián era otra cosa.
Conoció a Julián en las fiestas de Urbiés, un pueblo cercano al que solía pasar los veranos con sus padres. Su marido estaba de viaje de negocios en Polonia y estaba pasando el verano sola. Julián era de Barcelona, alto, pelo castaño ensortijado, delgado y con unos ojos negros profundos y penetrantes. Ana estaba en la barra, cuando de repente Julián la agarró del brazo y le dijo al oído:
- Necesito un favor, por favor, sígueme la corriente – Ella asintió tras ver unos ojos que le parecieron sinceros.
- Soy Ana.
- Yo Julián – dijo sonriendo.
Acto seguido la arrastró hasta un grupo de mujeres y la presentó como su pareja, ella sonrió y actuó con naturalidad.
Después tomaron una cerveza y Julián le explicó que estaba esperando a una amiga para que se hiciera pasar por su pareja para así callar a su madre y a sus tías, pero no había aparecido.
- ¿Eres gay? – Preguntó Ana.
- No – contestó riendo – nada de eso, simplemente me cuesta encontrar una pareja estable por culpa de mi trabajo.
- ¿Qué trabajo es ese?
Julián agachó la cabeza, sonrió, bebió de su vaso de cerveza y tardó en contestar.
- Soy… actor porno – dijo bajando la voz hasta hacerse casi inaudible. Ana sonrió, esto sí que no se lo esperaba.
- ¿Y qué tal te va?
- Muy bien la verdad.
- Y cómo es eso, ¿te lo pasas bien en los rodajes?
- En general sí, pero a veces es demasiado frío y mecánico. Y en un milisegundo, con la clásica clarividencia de las resoluciones instantáneas, Ana le disparó.
- ¿Quieres comportarte fría y mecánicamente conmigo esta noche? – Julián calló sorprendido mientras miraba a la sonriente desconocida, pero luego él también sonrió – Lo haremos lo menos frío y mecánico posible.

Ana acababa de volver de su viaje al pasado, estaba en la bañera, relajada, acalorada, cansada, dispuesta a irse a la cama con una sonrisa y habiendo olvidado el infierno de día que había pasado.
Comentarios
La verdad que... que... uuuuuuuuuuuuffffffffffff
saludos
Maru, le vamos a pedir un autógrafo antes de qu'el crio se nos haga famoso
;-)
Dicen que la televisión engorda... supongo que el comprobar que es real es lo que le sorprendio
uhm, casi me puse a llenar también la bañera.
Muy sensual y sugerente. Felicitaciones.