Una Ducha
Después
de una larga temporada de inapetencia su libido se puso de nuevo en
funcionamiento.
Los
sueños eróticos la despertaban a media
noche, a la hora de la siesta, antes de comer… a cualquier hora
Sus
sueños y fantasías siempre estaban dirigidas a la misma persona, por lo que (a pesar del miedo al rechazo) decidió
dar el paso de pedirle caricias, mimos y sexo. Le dejaba abiertas todas las
posibilidades, en el caso que aceptará, él decidiría el cuando y el como y ni
tan siquiera debía anunciar su visita.
A media
tarde sonó el timbre, al abrir la puerta se sorprendió de verle delante suya,
al no haber recibido ningún tipo de respuesta a su mensaje pensó que esa indiferencia llevaba implícito
un NO
Entre
sorprendida, emocionada y caliente le hizo pasar
-Supongo
¿Qué esto significa…
-Si –la interrumpió
sin dejarle terminar la frase
Siempre
le había gustado ese puntillo de morbo que le proporcionaba que él tomara las
riendas e impusiera su voluntad
-Sinceramente,
pensé que no vendrías… dame unos segundos que, como mínimo, me ducho
-No, yo
seré quien te lave
Él sabía
perfectamente que, a su lado, ese juego de la dominación le gustaba.
La
cogió de la mano (como si cogiera a un niño pequeño) y la llevo dirección a la
ducha.
-Quieta,
lo haré yo – le grito cuando ella intentaba despojarse de la ropa
Estaba
un poco desconcertada, jamás habían hecho algo así pero, la verdad, es que le
estaba gustando.
Él la
fue desvistiendo poco a poco; le quito el pantalón, la camiseta, el tanga… todo
ello con el mínimo roce sobre su cuerpo, la conocía tan bien que sabía
como elevar su temperatura.
Tras
comprobar la temperatura del agua la hizo entrar
-Un
segundo –le dijo mientras se desprendía de la camisa
Ella lo
miraba, esperando que siguiera quitándose la ropa para compartir ducha pero no,
no se despojó de más ropa.
Cogió la
ducha, el agua estaba a su temperatura justa y empezó a mojar todo su cuerpo, con
cuidado, prestando atención a todos los rincones de su cuerpo (como si de ese
primer remojón dependiera todo). Le iba dando órdenes: levanta los brazos, date
la vuelta, abre las piernas…
Ella
cada vez estaba más húmeda
Cogió
el gel y lo puso directamente sobre sus manos
-Las
esponjas dañan la piel –dijo mientras una ligera sonrisa se dibujaba en su
rostro- Primero por delante –le indicó
Comenzó
a lavarle el cuello, suavemente, siguió enjabonando los brazos desde las manos
hasta los hombros.
La
espuma producía una sensación agradable en ella, por lo que decidió cerrar los
ojos y disfrutar de las sensaciones.
De sus
hombros, como era predecible, sus manos bajaron a sus pechos, inmediatamente
los pezones se pusieron más duros (si cabe). Los lavaba rodeándolos con sus manos,
haciendo un suave masaje circular, jugueteando con esos dos “botoncitos”
Él la
conocía bien y sabía que le gustaba
Bajo a
su tripilla para, después de unos segundos, volver a agarrar sus pechos (como si
se le hubiese olvidado despedirse de ellos antes)
Poco a
poco fue bajando sus manos a las caderas, a los muslos y como con un “no quiero
pero debo” llego a las ingles.
-Separa
las piernas –le ordenó- debo lavarte bien
Ella,
obediente, las separó
-Más, no
me hagas más difícil mi trabajo… así mucho mejor, ves como es mejor que
colabores
Otra
oleada de calor le recorrió el cuerpo
Hundió
sus manos para enjabonarla bien pero asegurándose de que escasamente tocaba
su clítoris. Eso aún le gustaba más a
ella: “si pero no , te toco pero no te toco”
-Ya estás
limpia por delante, date la vuelta
A pesar
de que le entraban ganas de gritarle: “Quítate la ropa y fóllame ahora”,
obediente se dio la vuelta sin rechistar.
Cogió,
de nuevo, la ducha y remojó su espalda, agradeció el calorcito que le
proporcionaba el agua.
Comenzó
a enjabonarle la espalda con delicadeza, bajó hasta sus glúteos.
-Apoya
las manos en la pared y ofréceme el culito para que pueda lavarlo mejor… y abre
las piernas –su tono autoritario seguía presente
En esta
posición estaba completamente ofrecida a él y empezaba a sentirse mareada.
Abrió
sus glúteos y deslizó sus grandes manos entre ellos. Mientras la “lavaba”
jugueteo con su clítoris (a estas alturas había alcanzado su máximo esplendor);
jugueteó con sus orificios, proyectaba el chorrito de agua sobre ellos, la retiraba;
acariciaba con sus dedos, paraba; introducía sus dedos en ambos agujeros, los
sacaba, los metía, los movía.
-No te
muevas
Algo
estaba haciendo porque no la tocaba. Ella pensó que, ¡¡por fin!!, se estaba
quitando la ropa y la iba a poseer.
Ya había
tenido algún pequeño orgasmo pero el mejor estaba por venir y lo estaba
esperando a él.
A los
pocos segundos, que a ella se le hicieron interminables, volvió a acercarse
para continuar con su “limpieza”.
Comenzó
a acariciarla de nuevo
-Un
regalo para que disfrute la niña
Mientras
pronunciaba esas palabras le introdujo un vibrador que, junto a la habilidad de sus
manos, le hicieron gemir, gritar… fue un orgasmo de tal intensidad que él tuvo
que agarrarla para que no se desplomara.
Le
pidió unos segundos para recuperarse… y coger ella las riendas
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