De Turismo
Cuando voy a los sitios hay algo que me gusta visitar y que muy poquitas veces consigo alguien que quiera acompañarme, ya que no es lo mismo hacer una visita sola a poderla comentar después.
Siempre he sentido una atracción, inexplicable, por visitar los cementerios de los pueblos y de las ciudades. No entiendo muy bien el porque, ya que me parece el sitio más antihigiénico que existe, pero a mi me gusta verlos.
Supongo que la responsable de esta atracción fatal es la mare que me parió. Todos los años, cuando se acercaba el día de todos los Santos, me pedía que la acompañara al cementerio, porque a ella le daba miedo ir sola, para arreglar las diferentes tumbas y lápidas familiares (cosa que tampoco entiendo muy bien ¿por qué hay que limpiarlas y llenarlas de flores para ese día?)
Al final optó por no volvérmelo a pedir ya que, en vez de estar junto a ella, me iba de excursión por todo el cementerio. Miraba las inscripciones de las lápidas, miraba las fotos, echaba cálculos de la edad a la que murieron, incluso creo que me inventaba alguna historia truculenta relacionada con el fallecimiento.
La parte que más me gusta es la del cementerio antiguo, con esas lápidas medio caídas, esos agujeros en la tierra (que parece que, de un momento a otro, va a salir, por el, el inquilino que alli reside)
Donde hay enterramientos de gitanos también es bastante peculiar... (que no tendrán para comer pero para gastar en entierros...) La que más me choco fue en un cementerio, al que tuve que acudir por un entierro (no sólo voy de turismo), que habían hecho instalar un banco frente al nicho y en la lápida había toda clase de miniaturas (guitarras, fotos, sillas, caballos...) que representaban parte de la vida del difunto.
Sin embargo, la parte de los niños me entristece... allí no me paraba demasiado.
Aunque pensándolo bien, quizás esta afición me venga más por parte de mi otro progenitor.
Siempre he escuchado que cuando se murió una niña, en la familia, mi padre le hizo fotos, fotos que yo jamás he llegado a ver, ya que se las entrego a la madre de la criatura, y mira que he buscado y rebuscado los negativos... pero nada, sin ningún resultado.
También he escuchado, muchas veces, que una de mis tías el día que desenterraron a mi abuelo (usease, a su padre de ella) estuvo revolviendo, con la muleta, entre los restos y narrando los hallazgos que encontraba (“mira un trocito de chaqueta... mira pelo... mira un diente...”)
Alguna risilla se ha escapado al comentar que a mi abuela hubo que recolocarla en el ataúd porque como era tan pequeñita se había escurrido p’abajo al subir las escaleras de la iglesia (reflexión: que va a ser verdad que en mi familia tenemos un sentido del humor algo peculiar)
Sin contar los funerales que han acabado en alguna sidrería o en algún vermú o en alguna comida... en las que los pañuelos se sacaban para limpiarse los lagrimones que se saltaban de tanto reír.
Por otro lado, también somos dados a pensar maldades algo macabras. Como aquella vez que después de una operación de alto riesgo se comentó: “Vaya chasco que se va a dar cuando descubra que no se ha quedado en la mesa de quirófano. Casi podríamos comprarle una corona de flores y ponérsela en el cabecero de la cama para cuando se despierte. Si pregunta ya le diremos que la teníamos comprada para el entierro y que por no desaprovecharla...” (reflexión: Ostras, que me estoy empezando a asustar, que me estoy empezando a convencer de que tenemos un sentido del humor DEMASIADO peculiar)
Así pues, lo voy a dejar aquí... no vaya a ser que desentierre más cosas y la liemos.
Siempre he sentido una atracción, inexplicable, por visitar los cementerios de los pueblos y de las ciudades. No entiendo muy bien el porque, ya que me parece el sitio más antihigiénico que existe, pero a mi me gusta verlos.
Supongo que la responsable de esta atracción fatal es la mare que me parió. Todos los años, cuando se acercaba el día de todos los Santos, me pedía que la acompañara al cementerio, porque a ella le daba miedo ir sola, para arreglar las diferentes tumbas y lápidas familiares (cosa que tampoco entiendo muy bien ¿por qué hay que limpiarlas y llenarlas de flores para ese día?)
Al final optó por no volvérmelo a pedir ya que, en vez de estar junto a ella, me iba de excursión por todo el cementerio. Miraba las inscripciones de las lápidas, miraba las fotos, echaba cálculos de la edad a la que murieron, incluso creo que me inventaba alguna historia truculenta relacionada con el fallecimiento.
La parte que más me gusta es la del cementerio antiguo, con esas lápidas medio caídas, esos agujeros en la tierra (que parece que, de un momento a otro, va a salir, por el, el inquilino que alli reside)
Donde hay enterramientos de gitanos también es bastante peculiar... (que no tendrán para comer pero para gastar en entierros...) La que más me choco fue en un cementerio, al que tuve que acudir por un entierro (no sólo voy de turismo), que habían hecho instalar un banco frente al nicho y en la lápida había toda clase de miniaturas (guitarras, fotos, sillas, caballos...) que representaban parte de la vida del difunto.
Sin embargo, la parte de los niños me entristece... allí no me paraba demasiado.
Aunque pensándolo bien, quizás esta afición me venga más por parte de mi otro progenitor.
Siempre he escuchado que cuando se murió una niña, en la familia, mi padre le hizo fotos, fotos que yo jamás he llegado a ver, ya que se las entrego a la madre de la criatura, y mira que he buscado y rebuscado los negativos... pero nada, sin ningún resultado.
También he escuchado, muchas veces, que una de mis tías el día que desenterraron a mi abuelo (usease, a su padre de ella) estuvo revolviendo, con la muleta, entre los restos y narrando los hallazgos que encontraba (“mira un trocito de chaqueta... mira pelo... mira un diente...”)
Alguna risilla se ha escapado al comentar que a mi abuela hubo que recolocarla en el ataúd porque como era tan pequeñita se había escurrido p’abajo al subir las escaleras de la iglesia (reflexión: que va a ser verdad que en mi familia tenemos un sentido del humor algo peculiar)
Sin contar los funerales que han acabado en alguna sidrería o en algún vermú o en alguna comida... en las que los pañuelos se sacaban para limpiarse los lagrimones que se saltaban de tanto reír.
Por otro lado, también somos dados a pensar maldades algo macabras. Como aquella vez que después de una operación de alto riesgo se comentó: “Vaya chasco que se va a dar cuando descubra que no se ha quedado en la mesa de quirófano. Casi podríamos comprarle una corona de flores y ponérsela en el cabecero de la cama para cuando se despierte. Si pregunta ya le diremos que la teníamos comprada para el entierro y que por no desaprovecharla...” (reflexión: Ostras, que me estoy empezando a asustar, que me estoy empezando a convencer de que tenemos un sentido del humor DEMASIADO peculiar)
Así pues, lo voy a dejar aquí... no vaya a ser que desentierre más cosas y la liemos.
Comentarios
Si mucha gente que va a la playa de la Pineda supiese que también es un cementerio de cenizas...
por ciert que hasta la palabra clave tambien pola para tu post... ehkcs jajaja
Yo tambien soy partidaria de la socarradeta... es más una buena socarrada y que luego no me rocojan, que me dejen alli.
¿Sabes que antes de esparcir las cenizas hay que pedir autorización?
Va a ser que así mato dos pajaros de un tiro, el de la ultima voluntad de la otra persona y la del morbo de que te pillen.
Mirada sucia dice... empañada más bien opaca xDDD
En serio, tengo el escrito redactado y en cuanto me vayan las cosas mejor y me asegure las posesiones que tengo, es decir, que sepa que no me las an a embargar... iré al notario a redactar mi testamento.
Así que ya sabeis jajaja fiesta asegurada
Te recomiendo una visita a Praga, a una de sus sinagogas (no recuerdo ahora cual), la cual tiene un cementerio espectacular. Lápidas torcidas amontonadas unas encima de otras, con papeles con peticiones que hace la gente sujetados con piedras encima de ellas. Yo tuve la suerte de verlo nevado, lo que le daba aún un aire más tétrico. Espeluznante y encantador al mismo tiempo. No dejes de visitarlo si tienes ocasión. Te aseguro que no has visto, y dudo que veas, nada igual (en lo que a cementerios se refiere).
Dani: Yo, puestos a reirse, soy capaz de reirme hasta de mi propia sombra. Si no pregúntaselo a más de una y de dos que mientras me estan contando sus grandes ofensas... yo no puedo reprimir la carcajada al verlas tan ofendidas (pero que quede entre tu y yo... "creo que les sirve de terapia")